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Ya vienen los Reyes


A estas horas, muchos niños y niñas están ya acostaditos, esperando que los Reyes les traigan sus regalos esta noche, y poderlos desenvolver mañana temprano. 

Recuerdo esos años de inocencia con una sonrisa dibujada en el rostro... La sensación que te invadía al abrir los ojos con los primeros rayos de sol (o quizás antes), sabiendo que uno o varios regalos aguardaban a que los abrieses era indescifrable. Levantarse descalza y andar de puntillas hasta los zapatos, despertar a los papás llevándoles a la cama sus respectivos regalos...

Algunos años recibí cartas de respuesta de los reyes magos. Para mí era un gesto que me llenaba de orgullo, y algo de lo que presumir en los recreos del colegio. Mi orgullo iba a más cuando el resto de mis compañeros me contaban que no habían recibido ninguna nota por su parte...

Quizás fuera porque yo, en mis cartas, solía pedir dos o tres regalos como máximo. Siempre fui una niña considerada y empática, por lo que me invadía una sensación tremenda de tristeza al pensar en los pobres tres reyes ataviados con todos mis caprichos y cruzando el desierto en sus lentos y cansados camellos. No lo podía tolerar. Así que intentaba pedirles lo mínimo posible para no molestarles.

Hace dos post, hablé sobre los sueños y su importancia. Cuando estos sueños van ligados a la infancia, son más importantes si cabe, pues constituyen la base de lo que esa pequeña personita será en un futuro.

Hoy pienso en todos los niños que esperan regalos. Sobre todo pienso en aquellos que esperan regalos pero no los van a tener. Quizás una carta en respuesta de los Reyes Magos sea suficiente para ellos; quizás con el tiempo entiendan que, cuando los sueños no vienen cumplidos por arte de magia, hay que salir a la calle a cumplirlos.

Y os dejo con un vídeo como reflexión. Al final, los niños siempre nos enseñan más que nosotros a ellos. Feliz noche de Reyes Magos a todos, tanto a los que tendrán regalos mañana como a los que no. Espero que quienes se queden con las manos vacías recuerden que aún cuentan con dos manos para dar el regalo gratuito más importante de todos: un abrazo.


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